En algún momento de la vida, quién más quien menos, se ha preguntado ¿»quién» tiene la culpa de que ahora sea así?
O bien te preguntas ¿por qué «soy así»?. Y se elige entre varias opciones.
¨La culpa es de mi familia, cómo me trataron (o se murieron) mi padre, mi madre, algún hermano o hermana…
Otra posible, la culpa es mía, no he tenido ningún problema en mi vida, todo me ha sido favorable, pero «mira cómo estoy»…
O bien, la causa es un poquito de todo, «mi familia, yo y algunas circunstancias de la vida que no me han favorecido» si teníamos mas o menos dinero en casa, profesores y profesoras que me hicieron odiar el colegio…
La clave de todo ésto es que siempre hay uno o varios culpables. Y si hay culpables, es que hay víctimas, YO.
Y con esta manera de pensar, de ver las cosas, nos quedamos «enganchados» y «enganchadas» actuando en un papel cuyo guión es «si he sido una víctima de otros, poco puedo hacer» Y si soy víctima de mi mismo o misma fácilmente pensamos «ya no tiene remedio, es tarde»
Pero el quid de la cuestión es que tenemos otra opción, no preguntarnos por el PORQUÉ sino el PARA QUÉ.
Más útil que quedarme enganchada en la culpa es el reconocer el pasado, aceptar que bueno, eso es pasado, está ahí para tenerlo en cuenta, yo no lo puedo cambiar, por lo tanto sólo tengo un presente y un futuro.
Y, mi presente, lo que haga aquí y ahora es lo que va a hacer que mi futuro sea uno o sea otro en gran medida.
Tenemos un inmenso y total poder sobre el presente, hasta en el momento más negro y triste podemos decidir entre el papel de víctima o el de dueño consciente de las decisiones.